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(cc) Cristian Ordenes
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Una forma didáctica de presentar la dieta saludable es la pirámide de la alimentación.
La misma debe ser personalizada de acuerdo al índice de masa corporal y al estado de nutrición.
La base de la pirámide la constituyen las verduras, legumbres (arvejas, porotos, lentejas) y frutas, subiendo la misma
el pan integral, las harinas integrales, las carnes blancas (pescado, aves), el aceite de oliva, el aceite de colza o de
soja para cocinar, el de girasol para adherezar ensaladas.
El azúcar queda fuera de la pirámide, los carbohidratos refinados (p.e. el pan blanco) en quedan en la
cima de la misma, representando una cantidad mínima.
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El grupo de las verduras debe ser el de mayor proporción en la dieta diaria. Aumente el consumo de
verduras de todo tipo y color. Recuerde distribuir la proporción en el plato con relación a las
proteinas animales, es decir los 2/3 del plato deben estar ocupados por verduras.
Las verduras frescas, no cocidas, deben estar siempre presentes y en importante proporción.
Consuma frutas como postre. El tamaño de las mismas debe ser
elegidas de acuerdo a su dulzura: aquellas frutas muy dulces deben ser consumidas solo en porciones muy
pequeñas.
Evite los jugos de frutas dulces, consuma más bién jugos de frutas amargas como el limón, la acerola,
endulzados con un producto natural como la Stevia rebaudiana Bertoni (Ka’a he’ê). Jugos de verduras
como el de tomate, zanahorias, perejil, pepino son aconsejables, siempre y cuando se consuman
sin azúcar agregado, sin edulcorantes químicos industriales.
Insistir en la importancia de la fibra en la alimentación: salvado de avena, semillas de lino, sésamo, girasol,
maní, almendras, nueces, hortalizas, frutas. Las fibras ayudan a disminuir la absorción de los carbohidratos simples y del colesterol,
favorecen el tránsito intestinal y evitan el estreñimiento y la acumulación de toxinas, además ayudan en la prevención de
enfermedades como la diverticulosis y el cáncer de colon.
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(cc) Klaus Höpfner
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